Un viejo cantante tiene razón: la ciudad parece un mundo, cuando se ama a un habitante. Intimidante, vasto, desolador... Lo recuerdo mientras cae una noche oscura y lluviosa en el medio de San José. Es un día cualquiera entre semana, yo hago que tomo el té en un café del centro. Intento ahogar mis pensamientos entra la ciudad y sus apresurados habitantes. Tras el humo y un libro veo sus caras, sus gestos, el eterno corre corre, les creo una vida, un papel, en este mundo que parece la ciudad. El ejecutivo con su secretaria, le promete una vida mejor, como ella se la merece, tan bella y capaz; el padre que se está criando al mismo tiempo que sus hijos y juegan en los charcos en plena avenida; la madre que añora volver con sus retoños, se detiene a comprar maní; el adolescente en su vida de tele y youtube parece ni notar que llueve por donde camina; la joven universitaria que bucea en un mar de papeles buscando dinero para el pasaje del bus; el vendedor de rosas solitarias; e...
Siempre he comido naranjas con sal. Con el tiempo he descubierto que es algo peculiar. Sin embargo no me molesta que ve vean raro, o me digan que estoy loca y a pesar de haber tratado otras formas no cambio la mía. Así que, después de algunos años de vivir lejos de mi pueblo: Naranjo...naranja con sal es un recordatorio de quién soy, de donde vengo, de ser como soy, de que todos vivimos diferente. Y así son los escritos aquí: para mí, para nadie, para los aventureros, para el que quiera leer.