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Carta para rescatarse a sí misma de la torre.

Hace unos meses me pidieron que escribiera una carta para discutir en comunidad la idea de que las princesas puedan escaparse solitas de la torre, en vez de la idea tradicional de los cuentos de hadas de que las princesas necesitan de quién las rescate. Una cosa más o menos así fue lo que escribí:

Me puse a repasar algunos de los cuentos de hadas con los que crecimos, y sin ningún esfuerzo hice una lista de ideas dañinas que esos cuentos nos repitieron, por ejemplo:

Los cuentos de princesas están llenos de malas mujeres, brujas, hechiceras malvadas, mujeres envidiosas cuyo único propósito es causarle daño a la princesa. Para estas mujeres la peor humillación es el triunfo de la princesa. Las princesas tiene más aliados del reino animal que otras mujeres y si acaso tiene alguna aliada no puede ser de su misma generación, no pueden ser iguales.

Además la maldad de las enemigas siempre acompañada de falta de atractivo físico. En los cuentos de princesas la belleza física está directamente relacionada con todo lo demás, los que son bellos también son los que tienen bondad, maestría, encanto, piedad, lealtad... los que son malos nadie los puede querer… después de todo son feos. 

Porque decir que las princesas conforman los cánones de belleza es quedarse cortos, siempre son las más bellas del reino, no hay siquiera comparación con más nadie. Además de belleza perfecta tienen todas las demás características perfectas, bailan perfecto, son encantadoras para el príncipe, son buenas con sus padres, y por algún motivo que no logro entender todas saben hacer labores domésticas a la perfección. Las princesas, de los castillos, con sirvientes… excelentes amas de casa… ¿Cómo? 

Y por supuesto para tener un final feliz siempre el elemento principal es tener un príncipe y sólo uno, único y especial, que nos rescate, Al final son ellos los que tienen el papel protagónico, las princesas solo esperan. Blanca Nieves y la Bella durmiente literalmente están en coma, no hacen NADA, hasta que el príncipe las despierta de su sueño... claro en coma, pero la belleza preservada. Esos cuentos nos dicen básicamente que no tenemos valor por sí solas. 

Para este punto ya no tengo ninguna duda de porqué a veces nos sentimos tan chocas, creciendo con esa clase de ideas a nuestro alrededor. Pero por suerte por enervante que sea esa lista, también nos da el secreto para rescatarnos a nosotras mismas de la torre. 

El secreto para ser libres es agarrar esas ideas y tirarlas a la basura. Claramente no es fácil, cuando están arraigadas en nuestras familias y sociedad. Sin embargo,  rescatarse sola no quiere decir hacerlo todo sola. La compañía es necesaria en la vida y las mejores aliadas son nuestras amigas. Las de verdad, las que nos hacen mejores, las que nos entienden, las que lloran con nosotras, y sobre todo las que comparten nuestras alegrías. 

A las otras, a las hermanastras, lo mejor es dejarlas sin mucho aspaviento. Dejarles el resentimiento y la mala vibra. Tenemos el poder de escoger con quién queremos compartirnos, y si no están en nuestras vidas para crecer mejor un liberador ciao! 

La perfección que les dan a las princesas en los cuentos y que nos piden a todas las mujeres en el mundo, nos está matando, hemos tenido suficiente. Tratando de hacer perfecto todo lo que hagamos, hijas, madres, hermanas, novias, esposas, cocineras, sirvientas, maquillistas, trabajadoras, todo, todo tenemos que hacer y creemos que todo tiene que ser perfecto. Ese es un mal que no hay cuerpo que lo soporte. 

Perfectas ya somos como sea que seamos. Nadie debería de tener el poder de decirnos cómo debemos ser, qué nos hace mujeres y que no. Si queremos ponernos una meta para nuestro cuerpo yo propongo que sea fuerte y saludable y se acabó. A quién no le guste, que se vaya de nuestras vidas y busque quien todavía se crea el cuento que tenemos que complacerlos. 

No más no ensuciarnos el vestido o no rasparnos las rodillas o no decir malas palabras, no más “eso no lo hace una señorita”. Es hora de hacer lo que queramos aunque no seamos buenas en eso, es hora de fallar, caer y volver a levantarse pero en nuestros propios emprendimientos, no en lo que otros quieran de nosotros. 

Finalmente es hora de despertar y darnos cuenta que valemos por nosotras mismas, no somos una mitad, somos un ser completo, no hace falta que nadie nos rescate, no hay que esperar a ningún príncipe, somos fuertes y valientes, capaces de velar por nuestro bienestar, capaces de defender nuestras necesidades, capaces de hacernos nuestro propio final feliz. 

Buscando ese estado es como crecemos y hacemos un mejor cuento. Porque el tiempo en el cuento ya no se emplea en rescates, se emplea en crecimiento de iguales. 

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