Sábado por la noche, un restaurante de moda en el medio de la ciudad, un balcón a la luz de las velas, la vista de la carretera se mezcla con las enredaderas del lugar, el final de una cena, copas de vino es todo lo que queda sobre la mesa... todo el ambiente llama al romance (y yo encantada con el experimento sociológico (creo) que tengo en frente) Ella morena, con un vestido a flores y hablando con un acento porque no habla su idioma... él blanco como una papa (que quieren que les diga es la verdad), demasiado serio, con anteojos y porte de intelectual. Ella le mira la cara, él mira al frente o a la mesa. Ella se toma el vino de manera coqueta a sorbitos, él no toca la copa. Ella se arregla el pelo y sonrie, él obsesionando con la mesa y su cara de seriedad. Ella se inclina hacia adelante, casi a la mitad de la mesa, él no se mueve ni dos cm. Ella habla animadamente, se rie de sus chistes, y se acerca cada vez más... yo temo que vaya a seguir directo y salir por el balcón, el debate...
Siempre he comido naranjas con sal. Con el tiempo he descubierto que es algo peculiar. Sin embargo no me molesta que ve vean raro, o me digan que estoy loca y a pesar de haber tratado otras formas no cambio la mía. Así que, después de algunos años de vivir lejos de mi pueblo: Naranjo...naranja con sal es un recordatorio de quién soy, de donde vengo, de ser como soy, de que todos vivimos diferente. Y así son los escritos aquí: para mí, para nadie, para los aventureros, para el que quiera leer.