Una vez más, leyendo la "Proa" me encontré una vez una conjugación maravillosa de letras de esas que son capaces de crear los seres humanos, una vez más se trata de Jacques Sagot, una vez más me llegó al corazón y una vez más quisiera compartirlo.
Tal vez es especialmente conmovedor para aquellos que perseguimos sueños que para otros parecen locuras, aquellos que perseguimos sueños que a veces sentimos se nos escapan de las manos, aquellos que a veces sentimos que ya no vale la pena luchar, aquellos que caemos y ya no estamos seguros de querer levantarnos, sin embargo palabras como las encerradas en este artículo nos dan una mano y una vez más nos ponemos en movimiento...
El artículo original aquí
Tinta Fresca
Creer, siempre creer
La criatura humana lleva por dentro sus milagros
Jacques Sagot
jacsagot@gmail.com

El hombre que un día habría de ser Tarzán es diagnosticado con poliomielitis a los dos años de edad. Entrenamiento especial, cinco medallas olímpicas, y Rey de la Selva a partir de 1932, cuando deviene el héroe de matinée en una de las más célebres sagas cinematográficas de todos los tiempos. Johnny Weissmuller es su nombre. Muchos tarzanes hubo después de él, pero ninguno tomó nunca posesión de la jungla con tal señorío.
Víctima de la que parecía ser una lesión irreversible de la rodilla, Lilian Thuram tuvo que afrontar de niño el pronóstico del confinamiento a una silla de ruedas por el resto de su vida. En 1998 alzaba la Copa Mundial de Fútbol.
Mikhail Tahl fue un hombre frágil y filiforme, cuyos problemas renales tornaban casi imposibles las extenuantes jornadas frente al tablero, y como si esto fuera poco, afecto de déficit atencional (¿puede imaginarse algo peor para un ajedrecista?) En 1959 conquista el título mundial y es hoy en día reconocido como uno de los más fulgurantes campeones de la historia.
¡Ah, la criatura humana! Nunca somos tan fuertes como cuando nos llaman débiles, nunca tan audaces como cuando dejan de creer en nosotros, nunca tan poderosos como cuando el mundo nos descarta y borra de las listas “oficiales” del éxito.
¿Disciplina? Sin duda, pero creo que hay palabras más elocuentes. ¿Voluntad? Ya lo creo que sí, pero tampoco eso basta. Deseo, eso es: deseo. Toda vida ha sido engendrada en y por el deseo. Todo triunfo es triunfo del deseo. No digo ganas, ni antojo, ni capricho. Digo Deseo: así, con mayúscula. Ya lo señaló Goethe: “Ten cuidado al escoger los más entrañables de tus sueños, porque si realmente lo son, con toda seguridad habrán de materializarse”. La palabra clave para mí es “entrañables”. Esos sueños deben provenir de las capas tectónicas más profundas del alma. Es la hondura de la zona de procedencia la que determina la inevitabilidad de su cristalización.
¿Un Tarzán con polio? ¿Uno de los más grandes futbolistas de la actualidad discapacitado en su infancia? ¿Un campeón mundial de ajedrez con déficit atencional? Seres indoblegables. Esto no lo explican los pectorales, ni el buen dribbling , ni la sinapsis neuronal necesaria para efectuar un jaque mate en veinte jugadas. Esto simplemente no se explica, y por eso es bello.
El deseo y el miedo a la incapacidad son fuerzas antagónicas. Cada vez que el primero prevalece sobre el segundo, grandes cosas suceden. La criatura humana lleva por dentro sus milagros. Todavía debemos creer en ella.
Tal vez es especialmente conmovedor para aquellos que perseguimos sueños que para otros parecen locuras, aquellos que perseguimos sueños que a veces sentimos se nos escapan de las manos, aquellos que a veces sentimos que ya no vale la pena luchar, aquellos que caemos y ya no estamos seguros de querer levantarnos, sin embargo palabras como las encerradas en este artículo nos dan una mano y una vez más nos ponemos en movimiento...
El artículo original aquí
Tinta Fresca
Creer, siempre creer
La criatura humana lleva por dentro sus milagros
Jacques Sagot
jacsagot@gmail.com

El hombre que un día habría de ser Tarzán es diagnosticado con poliomielitis a los dos años de edad. Entrenamiento especial, cinco medallas olímpicas, y Rey de la Selva a partir de 1932, cuando deviene el héroe de matinée en una de las más célebres sagas cinematográficas de todos los tiempos. Johnny Weissmuller es su nombre. Muchos tarzanes hubo después de él, pero ninguno tomó nunca posesión de la jungla con tal señorío.
Víctima de la que parecía ser una lesión irreversible de la rodilla, Lilian Thuram tuvo que afrontar de niño el pronóstico del confinamiento a una silla de ruedas por el resto de su vida. En 1998 alzaba la Copa Mundial de Fútbol.
Mikhail Tahl fue un hombre frágil y filiforme, cuyos problemas renales tornaban casi imposibles las extenuantes jornadas frente al tablero, y como si esto fuera poco, afecto de déficit atencional (¿puede imaginarse algo peor para un ajedrecista?) En 1959 conquista el título mundial y es hoy en día reconocido como uno de los más fulgurantes campeones de la historia.
¡Ah, la criatura humana! Nunca somos tan fuertes como cuando nos llaman débiles, nunca tan audaces como cuando dejan de creer en nosotros, nunca tan poderosos como cuando el mundo nos descarta y borra de las listas “oficiales” del éxito.
¿Disciplina? Sin duda, pero creo que hay palabras más elocuentes. ¿Voluntad? Ya lo creo que sí, pero tampoco eso basta. Deseo, eso es: deseo. Toda vida ha sido engendrada en y por el deseo. Todo triunfo es triunfo del deseo. No digo ganas, ni antojo, ni capricho. Digo Deseo: así, con mayúscula. Ya lo señaló Goethe: “Ten cuidado al escoger los más entrañables de tus sueños, porque si realmente lo son, con toda seguridad habrán de materializarse”. La palabra clave para mí es “entrañables”. Esos sueños deben provenir de las capas tectónicas más profundas del alma. Es la hondura de la zona de procedencia la que determina la inevitabilidad de su cristalización.
¿Un Tarzán con polio? ¿Uno de los más grandes futbolistas de la actualidad discapacitado en su infancia? ¿Un campeón mundial de ajedrez con déficit atencional? Seres indoblegables. Esto no lo explican los pectorales, ni el buen dribbling , ni la sinapsis neuronal necesaria para efectuar un jaque mate en veinte jugadas. Esto simplemente no se explica, y por eso es bello.
El deseo y el miedo a la incapacidad son fuerzas antagónicas. Cada vez que el primero prevalece sobre el segundo, grandes cosas suceden. La criatura humana lleva por dentro sus milagros. Todavía debemos creer en ella.
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